La tiranía del mérito

“La tiranía del mérito” es un ensayo del filósofo americano Michael J. Sandel donde indaga en la idea de meritocracia, y como está legitima muchas de las actitudes y respuestas de la sociedad capitalista. Éxito, trabajo, ética… y más conceptos son influidos por la meritocracia según el autor. Un ensayo sin desperdicio que aborda ideas fundamentales de nuestra sociedad. Os dejo sus ideas principales.

Sandel argumenta como la meritocracia divide a los ciudadanos entre ganadores y perdedores. Esta dicotomía genera un resentimiento hacia la elite fruto de la creciente desigualdad. Sin embargo, esta desigualdad se tolera porque piensan que uno puede llegar donde quiera, sea cual sea su punto de partida. Existe la idea de movilidad ascendente del sueño americano. Además, el autor argumenta que esta creencia es más real en EEUU que en Europa.

La realidad, sin embargo, es que existen factores determinantes que te preparan para el éxito, como una buena educación o sanidad, y son las clases altas los que con mayor facilidad transmiten a sus hijos. La desigualdad entre el acceso al poder y la riqueza es cuestión de peldaños.

Sandel argumenta que no existe una meritocracia perfecta ni moral ni políticamente. Sostiene que a nivel moral, nacer con una virtud no justifica que tengan mejores premios que otros debido a que es una gracia no proveniente de tu esfuerzo. Además, a nivel político, en los ganadores provoca soberbia y en los perdedores humillación y resentimiento, lo que conlleva a una revuelta populista contra las elites.

Para Sandel, La ética protestante de Max Weber justificaba el trabajo, no como disfrutar de la riqueza, si no de glorificar a Dios. El trabajo capitalista conlleva el ascetismo ya que trabajo y ascetismo son la base cultural de la acumulación capitalista.

La salvación es algo que se gana y el trabajo un motivo de salvación. La ética protestante del trabajo promueve la autoayuda y la responsabilidad personal del destino propio. Este argumento encaja muy bien con la idea de meritocracia. La meritocracia actual lleva la huella teológica de la que surgió.

Prosperamos y triunfamos con nuestro propio esfuerzo, los que lo consiguen merecen su éxito y se genera soberbia en los ganadores y humillación en los perdedores.

los que lo consiguen tienen su merecido. Antes se justificaba por una fe y ahora porque se lo han ganado gracias a una virtud.”

La responsabilidad individual de que las personas tienen lo que se merecen genera individuos arrogantes y punitivos.

La legitimidad divina responsabiliza al individuo de su propio destino y al mismo tiempo potencia la idea de que la salvación es algo que nos ganamos. La soberbia meritocrática no deja nada a la suerte, responsabiliza enteramente al individuo de su propio destino.

“La meritocracia es el éxito que nos ganamos con nuestro esfuerzo y afán”

El aumento de la desigualdad conlleva una cultura publica de que somos responsables de nuestro propio destino y nos merecemos lo que tenemos. Además, se sostiene en la idea de que existe una libertad de oportunidades para todo el mundo.

Hay una idea muy extendida de que “quienes prosperan económicamente merecen el dinero que ganan”. Se entiende el mercado como utilidad, libertad y meritocracia. A igualdad de oportunidades el mercado da a cada uno lo que se merece.

La meritocracia que legitima el sueño americano se centra en la igualdad de oportunidades y la movilidad ascendente.

“Si trabajas duro y cumples las normas debes tener la oportunidad de llegar todo lo lejos que tu talento te lleve” Y se merecen las recompensas que se deriven de ello.

“Tu punto de partida no debería determinar tu punto de llegada.”

Según el autor, la tiranía del mérito consiste en:

Primero, la idea de que somos responsables de lo que tenemos, en una desigualdad galopante y movilidad social estancada, erosiona la solidaridad y desmoraliza a los de abajo.

Segundo, en el contexto americano, insistir en que un título universitario es la única manera de tener un trabajo respetable socaba la dignidad y degrada a quien no lo tenga.

Y tercero, tener que acudir a expertos con elevada formación despoja el poder de los ciudadanos corrientes

La faceta mas cruel de la meritocracia es que condiciona la solidaridad ya que: el éxito en la vida lo determina fuerzas que principalmente no están bajo nuestro control.

“Si la meritocracia es una aspiración, quienes no llegan pueden culpar al sistema, pero sin embargo, si la meritocracia es un hecho (como actualmente ocurre), quienes no llegan se culpan a si mismos”

Si las oportunidades fueran iguales para todos se podría decir que quien ascendiera se merecía su éxito y recompensas.

Por un lado, la élite vincula el éxito o fracaso a la capacidad de matricularse en estudios superiores, y quien no tenga un título es responsable de su situación. Y por otro, la culpa de sus problemas es la falta de formación, de ese modo se moraliza el éxito o fracaso y se fomenta el credencialismo.

El prejuicio credencialista es un síntoma de la soberbia meritocrática. Se mira por encima del hombro a quien no asciende. Al que tiene pocos estudios se le desprecia, se le atribuye falta de esfuerzo y culpa propia por no haber estudiado. Tener un título universitario refuerza el estigma social con que se marca a quien no tiene.

Otra característica de la era meritocrática es que los gobiernos están formados por elites de personas con elevadas credenciales educativos, todos los ministros tienen carrera. “La idea de que “los mejores y mas brillantes” son preferibles como gobernantes respecto a los que tienen menores credenciales es un mito nacido de la soberbia meritocrática. Gobernar requiere sabiduría practica y virtud cívica para el bien común. Esta meritocracia en los gobiernos hace menos representativo al parlamento.

La ideología política de que para tener un trabajo digno hay que estudiar una carrera, y su estigma social, ejerce un efecto corrosivo en la vida democrática.

A diferencia del privilegio aristocrático (nacer con estratos altos), el éxito meritocrático reporta una sensación de logro personal de uno se ha ganado el lugar que ocupa, con lo que hace responsable a aquellos que no lo hacen, el “culpa mia”

Defectos de la meritocracia: Ni la más impecable democracia es justa, tiende a generar soberbia y ansiedad en los ganadores, y humillación y resentimiento en los perdedores. Y también, en el supuesto que todos tengamos las mismas oportunidades no es una sociedad justa:

La esencia de la meritocracia no es la igualdad, sino la movilidad, avanzar o retroceder como consecuencia del esfuerzo y talento.”

“El ideal meritocrático no es un remedio para la desigualdad, es más bien una justificación de ésta”

El autor realiza una crítica a la idea de que el talento determine nuestro destino y pone en entredicho a la meritocracia. Por un lado, sostiene que nadie ha hecho nada para tener un talento innato, por tanto, no es merecedor de los beneficios que provienen de esa fortuna. Y por otro, vivir en una sociedad que premia las aptitudes no algo que tampoco puede atribuirse a merito a uno.

El énfasis meritocrático en el esfuerzo y el trabajo justifica que en condiciones concretas somos responsables de nuestro propio éxito. Sin embargo, la ideología y los dones naturales ponen en jaque esta afirmación.

Existe un enfrentamiento entre valor de mercado y valor moral. Primero, tener un talento escaso en el mercado no me otorga ningún mérito. Y segundo, no necesariamente hay equivalencia entre valor de mercado y contribución social. Un ejemplo clarificador de esta idea esta representada el en personaje del profesor de química de la serie Breaking Bad. Mientras que el protagonista ejerce de profesor en un instituto publico y malvive en una autocaravana, luego aplica sus conocimientos a producir droga y se convierte en multimillonario.

El sistema económico actual apoya la idea de que el producto y la contribución se mide en términos de precio, no por valor ético o contribución social.

La concepción de la meritocracia es el éxito educativo y laboral.

Movilidad social y la igualdad de oportunidades: El consenso casi unánime en la actualidad es que el mérito (y no la riqueza) debería ser el criterio de admisión básico en la universidad. Sin embargo, existe una brecha de riqueza: Hay más alumnos del 1% de las familias más ricas que del 50% más pobre.

La soberbia meritocrática atribuye protagonismo al afán individual y pasa por alto las ventajas previas que ayudan a convertir el esfuerzo en éxito. Esta lucha meritocrática influye en una crianza de los hijos invasiva, ambiciosa y orientada al éxito. La incesante presión por rendir, lograr cosas y tener éxito lleva a “un mensaje gravado a fuego desde el principio: solo hay un camino para la felicidad suprema, que es tener dinero y a eso solo se llega estudiando una carrera en una universidad de prestigio”

El rival de la meritocracia es que nuestra suerte escapa a nuestro control, tanto nuestros éxitos como nuestros problemas vienen de la gracia de Dios, los caprichos de la fortuna o carambolas del azar.

La meritocracia a erosionado la dignidad del trabajo. Quien tiene el “cerebro” para acceder a la universidad desvaloriza quien no lo tiene o puede. Ir a la universidad legitima las generosas recompensas que la meritocracia otorga a los ganadores y magro pago con el que retribuye a los trabajadores sin carrera universitaria.

“La clasificación meritocrática hizo creer que nuestro éxito es obra exclusivamente nuestra, con ello, erosiono nuestro sentido de deuda con la comunidad. Para devolverle al trabajo su dignidad debemos recomponer los vínculos sociales que la era de la meritocracia rompió” Sandel.

 

Sandel, M. j. (2023). La tiranía del mérito. ¿que ha sido del bien común? Barcelona: Penguim Random House.

Jaime Riba Barroso