Modernidad líquida es la obra de Zygmunt Bauman donde sienta las bases de su pensamiento sobre la sociedad contemporánea.
Bauman utiliza la diferencia entre el sólido y el líquido como metáfora de la etapa actual de la era moderna. El sólido de tiempos pasados tiene una clara dimensión espacial y neutraliza el impacto del tiempo, a la vez que minimiza su importancia. Los fluidos no conservan forma durante mucho tiempo y están dispuestos a cambiarla constantemente.
“Los fluidos no se fijan al espacio ni se atan al tiempo”
Mientras que los sólidos son moldeados una sola vez, los fluidos requieren muchísima atención, vigilancia constante y un esfuerzo perpetuo, todo y eso nadie garantiza el éxito. Teniendo esto en cuenta, el autor se pregunta hasta qué punto es factible una sociedad de líquidos o, sin embargo, habría que pensar en “disponer para ellos un funeral y una sepultura decentes” (p.14). En las líneas que siguen se plasmará el pensamiento del autor respecto a la sociedad líquida de la era moderna.
Finalizadas las “tres décadas gloriosas” del capitalismo se genera una nueva situación en que, según Marcuse, los individuos deben liberarse de una sociedad funcional, rica y poderosa. Esa liberación carecía de un “sustento de masas”, pocos deseaban librarse, casi nadie actuaba para lograrlo y nadie sabía a qué puerto llevaría.
¿Libre de qué? Pues libre de restricciones, poder actuar según el propio deseo. Hallar un “equilibrio entre los deseos, la imaginación y la capacidad de actuar”, ese equilibrio se puede conseguir, bien recortando el deseo y/o la imaginación, o bien ampliando la capacidad de acción.
La libertad tiene una cara y una cruz. Cuando surgió el fenómeno de la libertad, a los pensadores de la edad moderna les surgieron dos ideas: La primera fue dudar si la gente común estaba preparada para la libertad. La segunda clase de ideas era dudar de los beneficios que esa libertad les iba a aportar.
La influencia de la sociedad en la toma de decisiones del individuo se denomina “coerción social”
“Son estas normas, determinadas por la sociedad, liberadoras para el individuo porque hacen que los humanos sepan cómo actuar en la mayoría de los casos” Durkheim
Rescatando a Durkheim se cita la idea de “anomia”, o la ausencia de normas, una situación caótica que es insostenible tanto para la sociedad como para el individuo.
La sociedad posmoderna en la que vivimos no necesita justificarse ya que no tiene alternativa de otra sociedad posible. El autor acuñó aquí el término de “sociedad de la modernidad líquida” para referirse a esta sociedad tan poco susceptible a crítica. Esta sociedad se caracteriza por pasar de la “crítica estilo productor” a la “crítica estilo consumidor”, o dicho de otro modo, el paso de la producción al consumo como motor de la sociedad. A nivel de lucha de poder internacional entre países se ejemplifica en la pugna que mantuvieron las grandes superpotencias por la supremacía mundial. En épocas anteriores la lucha entre Estados Unidos y la URSS, conocida como la guerra Fría, era una pugna principalmente por un modelo de sociedad, capitalismo contra comunismo, en síntesis un modelo de producción. En la sociedad contemporánea el rival de Estados Unidos no es Rusia sino China, y la pugna no es tanto por el modelo, un capitalismo al que ambos abrazan, sino más bien por el poder económico del mundo. La disputa no es tanto de modelo de producción si no más de consumo de sus productos.
La teoría crítica clásica del productor era “pesada, sólida, condensada y sistémica” y se podía considerar totalitaria y homogeneizadora, enemiga de la autonomía y la libertad individual. Este modelo de sociedad choca con las características de la modernidad contemporánea que es
“liviana, líquida, difusa y transformadora y que tiene como bandera la libertad individual”
El presente libro fue publicado en el 2000 y cabe decir en favor del autor que se adelantó a su tiempo al escribir “ya no hay grandes líderes que te digan que hacer […] solo hay otros individuos de quien tomar el ejemplo de cómo moverte en los asuntos de tu vida” (p.35). Años más tarde aparecieron los y las influencers.
“Asignar a los miembros de la sociedad el rol de individuos es una de las señas de identidad de la sociedad moderna.”
La modernidad no se entiende sin la idea de individualización. Constantemente se reafirma ese proceso de individualización “transformando la identidad humana de algo “dado” a una “tarea”, lo que hace responsable al individuo de esa “tarea” y las consecuencias de su desempeño” (p.37).
Las problemáticas siguen siendo producidos socialmente, solo que ahora “se está cargando al individuo con la responsabilidad y necesidad de enfrentarlos” (p.40) La sociedad moderna aleja la idea de individualidad de ser algo predestinado, al contrario, la acerca a una capacidad práctica y realista de autoafirmarse, y es más, no se puede franquear esa brecha. ¿Dónde queda entonces la acción conjunta?. Según el autor, sí es cierto que la acción colectiva sería más poderosa, pero hacer común una misma problemática para conseguir una acción conjunta es una tarea titánica y con poca posibilidad de éxito. El único beneficio que se podría encontrar es un estado reconfortante de que no padecemos solos un dilema.
La modernidad conlleva una crítica compulsiva de la realidad, con esto el autor sostiene que
“una falta de autoestima lleva al individuo a una autocrítica compulsiva”
Dicho de otro modo, ser un individuo de jure significa no tener a quien echarle la culpa de la propia desdicha más que a uno mismo, y no tener otra solución que volver a intentarlo con más ahínco.
Las contradicciones que nos formulamos individualmente tienen un origen social, y sin embargo, las soluciones son tareas y responsabilidades individuales. Existe una enorme brecha entre nuestro ser de jure y ser individuos de facto, que significa ser dueños de nuestro destino y de las elecciones que tomamos. Esa brecha se ha ensanchado a causa del vaciamiento del espacio público, y en particular del “ágora”, lugar de unión entre el espacio público y privado. Lo privado coloniza el espacio público, y es esa sociedad la que dice al individuo que es el arquitecto de su propio destino, siendo está la principal marca distintiva del ciudadano de la sociedad moderna.
“El individuo de jure no puede transformarse en individuo de facto sin primero convertirse en ciudadano”
La teoría crítica, que tiene como objetivo la emancipación humana, busca reconectar esos dos extremos del individuo. Solo los individuos que recuperen habilidades y herramientas ciudadanas conseguirán cruzar ese puente.
El autor matiza la individualidad de jure a de facto, o en otras palabras, entre libertad negativa (impuesta legalmente) o libertad positiva (capacidad de autoafirmación). Sostiene que una vez obtenida la libertad negativa es sumamente complejo transformarla en libertad positiva. La tarea impuesta a los humanos de hoy es autoconstruir su vida individual y tejer vínculos con otros individuos también autoconstruidos, a la vez que se mantienen esas redes.
“Ese proceso solo será posible en la medida en que la esfera pública y el poder público entren en acción ganando terreno a lo privado”
Bauman utiliza el libro “Un mundo feliz” de Huxley, una distopía que muestra las características que el autor vaticina de un mundo futuro. Entre las características destaca un mundo estrechamente controlado, la ausencia de libertad individual, las personas sometidas a órdenes y rutinas y un mundo dividido entre manipuladores y manipulados. En definitiva, un lugar donde la esfera privada está siendo invadida, conquistada y colonizada por la esfera pública.
La secularización de la sociedad hace que la tarea de planificar y hacer cumplir el orden haya cambiado de dueño, pasando de Dios a los seres humanos. Y no todos los individuos tienen el mismo poder, ya dijo Marx que “las ideas de las clases dominantes tienden a ser las ideas dominantes”.
El fordismo, un modelo de industrialización, regulación y acumulación, genera una cadena invisible que ataba a los trabajadores a su lugar de trabajo impidiendoles su movilidad. Esa vital unión era “el corazón del fordismo”
Una de las bases del sistema capitalista es la libertad de elección en el momento de la compra. El autor destaca que “cuando uno no puede errar, tampoco puede estar seguro de haber acertado”, en cambio, en la libertad de elección se puede errar, y por tanto, es imposible reconocer cuál es el acto correcto si no se han elegido todas las demás alternativas. Todo ello lleva al comprador a una constante ansiedad.
El sistema fordista pertenece al capitalismo pesado, un mundo de legisladores y supervisores. Mientras que el capitalismo liviano que le siguió era más amigable con los consumidores y más flexible con la ley.
Una nueva premisa del mundo moderno es, según uno de los libros de autoayuda más exitosos de 1987, es “no involucrarse en los asuntos de otras personas sino ocuparse de los propios asuntos”. El individuo de la modernidad buscará respuestas en la vida privada de otros “como ellos” en lugar de como antes se buscaba respuestas en las enseñanzas , las homilías o los sermones de los visionarios y predicadores.
La adicción a cualquier tipo de droga genera insatisfacción y destruye la posibilidad de estar satisfecho alguna vez. Algo parecido ocurre con la actividad de comprar, cualquier actividad conlleva “una salida de compras”.
“El consumismo de hoy no tiene como objeto satisfacer necesidades”
No se basa en el estímulo del deseo sino en la liberación de fantasías y anhelos. El anhelo reemplaza al deseo como fuerza motivadora del consumo. Se ha pasado de la necesidad de los inicios, al deseo posteriormente y finalizado anhelo actual. Ratificando la tesis del autor sería como empezar por el estado sólido, continuando por el líquido y terminando en el estado gaseoso.
El principal rol de los individuos en la sociedad ha cambiado, las personas han pasado a ser principalmente reconocidos de productores a consumidores. Por ejemplo, en la sociedad de productores la “salud” es lo primordial, mientras que en una de consumidores lo ideal es “estar en forma”. Esto último no es algo “sólido”, se considera transgresor visto como algo que rompe con las normas y por último es una “experiencia subjetiva”, entendido como algo vivido y sentido en propias carnes.
La ansiedad y angustia sentida por mucha población es provocada por una inseguridad interna. El autor afirma que es en el acto de comprar donde uno se siente seguro y hay certeza. El acto de comprar es el ritual destinado a exorcizar la aparición de la incertidumbre y la inseguridad. Además de que este acto debe hacerse por uno mismo e individualmente como buena sociedad de seres individuales. Esto no quiere decir que el consumo no se comparta, al contrario, al ser un acto compartido por todos legítima que lo continuemos haciéndolo individualmente, ratifica nuestra libertad individual de ser diferente y tener identidad propia.
El panóptico de Foucault no refleja la forma de control social de la sociedad actual. Para el autor se ha pasado de la coerción a la seducción disfrazada de libre voluntad en lugar de presión de fuerza externa. Hemos pasado del panóptico al sinóptico, de pocos observar a muchos, a muchos observar a pocos.
La libertad del consumidor es una máxima y no importa tanto lo que se elige sino la actividad de elegir.
“Solo el deseo es deseable… casi nunca su satisfacción”
Hemos llegado al punto en que la libertad de los individuos en la sociedad es traducida a la plenitud de opciones de consumo y que cualquier decisión vital es planteada como una opción más de consumo. Salir de compras ha dejado de ser una emancipación para convertirse en un instrumento de redistribución de libertades, todo según el poder adquisitivo de cada uno.
